¿Hablan los juristas castellano?

Dentro del oficio parece que hay personas que se emperran en hablar lo que podríamos denominar «abogadés». Incluso algunos rizan el rizo practicando el «abogadés antiguo». Si bien es cierto que en muchas ocasiones el uso de uno u otro término se hace en búsqueda de una seguridad jurídica; las ciencias jurídicas no son una excepción y al igual que el resto de estudios tienen un lenguaje técnico propio.

A un ingeniero leer un artículo sobre la subida del precio de la luz le puede provocar una úlcera. Ver cómo el periodista de turno mezcla unidades de potencia, consumo y etcétera; con manifiesto poco acierto, hace que el lector ingenieril se lleve las manos a la cabeza y rece pidiendo a Larra por un poco más de cultura científica a los de su gremio. En el caso de los juristas la cosa se complica, ya que es difícil encontrar un ámbito de la vida en la que el derecho no tenga incidencia. El ingeniero comienza con temor el artículo sobre la luz. El abogado vive en una tensión constante ante la amenaza de escuchar alguna barbaridad jurídica.

Fuera de bromas, este uso técnico del lenguaje provoca no pocas situaciones curiosas. Dejemos de lado las típicas tiquismiquiteces de «no es una denuncia, es una demanda». Por ejemplo. El otro día mi amiga Inmaculada, que desde ahora la llamaremos la Maku, me avisó de su visita ya que estaría de paso por mi ciudad, Zaragoza. Un par de días antes, la Maku, me indica que no podríamos tomar el café del que habíamos hablado porque su acompañante, que de momento es amigo pero que por lo que sé puede ir a algo más, le había dicho que tenía un juicio por desahucio (y no, el acompañante de la Maku no es ni abogado ni mucho menos juez) pero que, tranquilo todo el mundo, éste le había dicho que no se preocupase, que el caso es que no ha pagado las cuotas de la comunidad, que todo lo demás lo tiene al día.

En ese momento algo se rompe dentro de un jurista. ¿Juicio de desahucio por no pagar las cuotas de la comunidad? Bueno, puede ser que el compañero de Maku tenga un proceso monitorio, y que como lego que es, le llama juicio de desahucio para no liarse. Pero también podría ser que realmente el compañero de Maku, que tiene puntos para llegar a ser algo más en un futuro, en realidad deba más cosas que no quiera contar a mi amiga y que ojo, tampoco digo que tenga o no que contarle.

Y en esas que se hace el silencio en la conversación y mi amiga me pregunta si pasa algo. No, bueno, nada Maku, que vaya bien el juicio de desahucio. Paso de meterme en líos de pareja o lo que es peor, crearlos por un malentendido “por no hablar el mismo idioma».

Nota del autor: la Maku es mi Maku, pero si fuera Antonia, sería la Toñi… pero la Toñi ya es cosa de mi amigo Julio López Garbayo.